Ardryen
y Tyara eran dos gemelos Yradris que jugaban en un bosque, no conocían la obra
de Maraxus, apenas eran unos niños de siete u ocho años que no sabían leer y
tampoco tenían algún lazo de sangre directo o indirecto con Tarabis.
Tyara
una niña muy traviesa se separó de las lindes del camino que llevaban al
campamento de su tribu y Ardryen fue detrás de ella, pronto se perdieron en el
bosque y pasaron cerca del territorio de
unas bestias, pasado un rato, una manada de lobos hambrientos les habían
seguido el rastro hasta que los tuvieron acorralados entonces cuando más miedo
tenían y estando cercanos a la muerte, mientras que iban a ser presa de los
lobos, ambos cerraron fuertemente los ojos y desaparecieron, al abrirlos se
hallaban a las puertas de “El Reino”, el
espíritu curioso de Tyara la hizo correr de su hermano alejandose, cuando
Ardryen corrió detrás de ella ya era demasiado tarde, Tyara había se había
perdido en la distancia. Ardryen quiso hacer lo mismo pero se dio cuenta de que
estaba herido, continuó tras el rastro de su hermana lo que puso hasta que cayó
desmayado, entonces le vino a la cabeza la imagen de su madre.
Para
cuando Ardryen cuando abrió los ojos se encontraba justo delante de la puerta del hogar de sus padres.
Ardryen
trato de gimotear pidiendo ayuda, pronto sus padres no solo se percataron de su
presencia si no de que además estaba sólo herido y muy asustado. Aunque el no
lo sabía habían transcurrido días desaparecidos.
Durante
semanas posteriores, los hombres de la aldea prepararon batidas buscando algún
rastro de Tyara.
Ardryen
contaba una y otra vez la historia de los lobos, de su visita al Reino y demás
historias, pero nadie le creería hasta meses más tardes cuando ya la familia
había dado por muerta a la niña y celebraban sus funerales.
Entonces
Ardryen con gesto de rabia y tristeza cerró los ojos y desapareció delante de
toda la muchedumbre congregada, al abrirlos se encontraba de nuevo en aquel lugar,
las huellas de su hermana parecían continuar ahí como algo imborrable a pesar
del paso del tiempo, Ardryen decidido empezó a correr con todas sus rabias por
alcanzarla, en su corazón anhelaba encontrar a su hermana parecía verla a lo lejos,
esperándole, sonriendo con su cara de niña pícara.
Sin
embargo sólo encontró vagas pistas huellas en la arena y el rastro de lo que
podía ser el lazo color morado de la coleta de caballo que llevaba su hermana
ese día. Rendido de cansancio Ardryen cerró los ojos, al abrirlos se encontraba
de rodillas, gimoteando lágrimas mientras sostenía el lazo entre las manos.
Se
incorporó entre la gente, alzo la mirada con el ceño fruncido hacia sus padres
y gritó con rabia
-Os
lo dije, está viva deberíais haberme escuchado…
Se
hizo un sonido sepulcral.
La
noticia fue corriendo de boca en boca como la pólvora y no tardó en llegar a
los oídos de Tarabis Maraxus.
Un
nuevo rejuvenecer brotó del interior del viejo anciano, que partió de inmediato
hacia el lugar donde vivían los muchachos
Entonces
fue cuando Ardryen y Maraxus se conocieron por primera vez, allí en la puerta
de la casa de los Abbadon, mientras Ardryen jugaba fuera con la mirada como perdida
en el cielo, la voz grave pero a su vez sosegada de Maraxus le interrumpió de
su trance.
Bastó
con mirarlo a los ojos para comprender que se encontraba ante un igual, eran
dorados como los suyos, algo poco habitual entre los Yradris de ojos castaños o
verdosos.
-
¿Eres tu el hermano de la niña que desapareció?
-
¿Porque lo preguntas?- preguntó Ardryen
Maraxus
había dado con su chico, lo sentía había algo en su mirada, su porte que le
decía que no estaba solo, que sus viajes no eran sueños, si no reales.
-Porque
tú y yo juntos vamos a encontrarla.- Dijo Maraxus con voz tierna y casi
susurrante.
En
ese momento Maraxus tomó a Ardryen como alumno y lo trasladó a la ciudad de
Yrylrem.
Desde
ese momento alumno y maestro se iban a embarcar en un viaje que cambiaría para siempre
la concepción del cosmos.
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