La
lluvia no parecía amainar, si no todo lo contrario caer con más fuerza conforme
Maestro y alumno se acercaban a la torre.
Poco
a poco divisaban un extraño artefacto el cual habían confundido en la lejanía
con un accidente natural, una base de piedra color mármol, envejecida por los
años, y similar al color de la torre de forma oval con un par de escalones.
Ardryen
llegó primero a aquel extraño artefacto, estaba flotando a pocos centímetros
del suelo, cuando llegó Maraxus se quedó sorprendido, no esperaba ver tales
maravillas tecnológicas ni en sus fantasías.
Ardryen
subió ante la mirada atónita de Maraxus.
-¿Ardryen,
que haces?
-Subir
a por mí hermana maestro.- Respondió Ardryen con total severidad, estaba
convencido de que Tyara se encontraba allí.
Ardryen
manipuló aquellos artefactos como si el hubiere sido su creador, había algo
propio, como cierta esencia suya en aquellos objetos.
Pronto
el artefacto ovalado empezó a elevarse y casi deja a Maraxus en el suelo,
Ardryen ayudo a su maestro a subir, el cual le recriminó su falta de sutileza,
pero para cuando quisieron darse cuenta ya estaban a cierta altura cuya caída, podía ser por lo menos mortal.
Durante
unos minutos continuaron subiendo la lluvia les golpeaba en la cara, pero eso
no era excusa para no mirar hacia la torre, la cual era cada vez más grande y
majestuosa.
No
habían pasado ni un par de minutos y ya estaban dentro del torreón de pronto la
plataforma pareció encajar en una sala
minúscula cuya única salida eran unas escaleras en caracol que les invitaban a
subir.
Solo
se escuchaba el eco de las pisadas, la sala estaba iluminada tenuemente. Tras
unos minutos de ascensión e investigación y guiándose casi por un sentido casi
místico de Ardryen dieron con la sala donde se hallaba Tyara.
Allí
sentada sobre un trono y al lado de lo que parecía una momia vestida con
harapos se encontraba una bellísima mujer con ropas lujosas y que sostenía en
su regazo un libro. Ardryen no tardo en reconocerla, tenía sus mismas
facciones, incluso sus ojos eran dorados, corrió hacia ella y se echo a llorar
en su regazo, pero la muchacha parecía ni inmutarse.
-¿Tyara,
eres tu queridísima hermana? Soy yo Ardryen- Repetía una vez y otra entre
sollozos el joven muchacho.
-Tranquilo
muchacho.-Dijo con voz severa Maraxus, es posible que esté en trance. Maraxus
se acercó para observarla, sus ojos eran brillantes, más aun que los de Ardryen
pero parecían no reaccionar.
-Apártate.-
Dijo Maraxus en tono autoritario.
Ardryen
hizo caso a su maestro, el cual convocó un extraño ritual, de repente un
espíritu salió de detrás del trono y embistió a Maraxus a la orden de “Deja a
la esposa de Kisum’Dar”.
Maraxus
cayó hacia atrás conmocionado sus ojos pasaron a un color blanquecino. Aun así parecía
que el hechizo había funcionado, porque Tyara dejó su posición rígida y su
mirada vacía para desplomarse contra el suelo a los pies del trono. Ardryen no
sabía a quién socorrer primero, su cabeza daba vueltas, finalmente decidió por cercanía
acercarse a su hermana, al acercarse esta le abrazo.
-¿Ardryen
estás aquí? Lo sabía.
Ardryen
sintió que el vacío que llenaba su corazón desde hacía años se llenaba de
nuevo, cogió en brazos a Tyara y se acerco corriendo a por Maraxus. Pero a
medida que se acercaba iba aminorando la marcha.
-Es
tarde para él, ha sacrificado su vida por la mía querido hermano.
De
nuevo ese sentimiento de vacío inundo su alma, Ardryen no volvió a ser el
mismo, fue la propia Tyara quien tuvo que llamar la atención a su hermano.
-Por
favor hermano, llévanos a casa, ya habrá tiempo de luto.- le susurro Tyara a
Ardryen.
Mientras
este cogia a su maestro y se concentraba algo parecía sujetar el pie del
muchacho, era la momia, que parecía no tener fuerza ante el ímpetu del joven
Yradri.
Ardryen
dirigió una mirada fría y aterradora como la misma muerte hacia aquel cuerpo
débil y decrepito que intentaba sujetarlo en vano y le dijo:
-La
próxima vez que me veas será lo último que hagas.-
Ambos
muchachos desaparecieron de la escena casi sin inmutarse de que la momia de
Kisum’Dar les había soltado, al cerrar los ojos por fin traspasó esa eternidad
invisible que durante años había intentado cruzar en dirección opuesta.
Al
volver a abrirlos se encontró en la misma plaza de la que habían salido sólo
hacía algunas horas empapado y con su hermana de la mano y con el cuerpo de su
viejo maestro en brazos, para la gente de allí apenas habían pasado unos
minutos, al ver a Ardryen y Tyara la gente empezó a aplaudir y a abrazarlos,
todos querían tocar al gran héroe Yradri, pero el muchacho no estaba para
celebraciones, su maestro había muerto, nadie recayó en que Tarabis Maraxus
yacía en el suelo, solo Tyara y Yrinna.
Ardryen
se giró de cara a la gente:
-Yo
no soy un héroe.- dijo
-En
todo caso llamad héroe a Maraxus, él es quien se sacrificó por nosotros.-Esas
palabras bastaron, Ardryen decidió poner a su hermana en un lugar más
tranquilo, mientras la muchedumbre cambiaba la algarabía de sus corazones por
tristeza y lloraban la muerte del erudito Tarabis Maraxus Rosse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario