miércoles, 9 de abril de 2014

La torre del Inmortal Kisum’dar

La lluvia no parecía amainar, si no todo lo contrario caer con más fuerza conforme Maestro y alumno se acercaban a la torre.
Poco a poco divisaban un extraño artefacto el cual habían confundido en la lejanía con un accidente natural, una base de piedra color mármol, envejecida por los años, y similar al color de la torre de forma oval con un par de escalones.
Ardryen llegó primero a aquel extraño artefacto, estaba flotando a pocos centímetros del suelo, cuando llegó Maraxus se quedó sorprendido, no esperaba ver tales maravillas tecnológicas ni en sus fantasías.
Ardryen subió ante la mirada atónita de Maraxus.
-¿Ardryen, que haces?
-Subir a por mí hermana maestro.- Respondió Ardryen con total severidad, estaba convencido de que Tyara se encontraba allí.
Ardryen manipuló aquellos artefactos como si el hubiere sido su creador, había algo propio, como cierta esencia suya en aquellos objetos.
Pronto el artefacto ovalado empezó a elevarse y casi deja a Maraxus en el suelo, Ardryen ayudo a su maestro a subir, el cual le recriminó su falta de sutileza, pero para cuando quisieron darse cuenta ya estaban a cierta altura  cuya caída, podía ser por lo menos mortal.
Durante unos minutos continuaron subiendo la lluvia les golpeaba en la cara, pero eso no era excusa para no mirar hacia la torre, la cual era cada vez más grande y majestuosa.
No habían pasado ni un par de minutos y ya estaban dentro del torreón de pronto la plataforma  pareció encajar en una sala minúscula cuya única salida eran unas escaleras en caracol que les invitaban a subir.
Solo se escuchaba el eco de las pisadas, la sala estaba iluminada tenuemente. Tras unos minutos de ascensión e investigación y guiándose casi por un sentido casi místico de Ardryen dieron con la sala donde se hallaba Tyara.
Allí sentada sobre un trono y al lado de lo que parecía una momia vestida con harapos se encontraba una bellísima mujer con ropas lujosas y que sostenía en su regazo un libro. Ardryen no tardo en reconocerla, tenía sus mismas facciones, incluso sus ojos eran dorados, corrió hacia ella y se echo a llorar en su regazo, pero la muchacha parecía ni inmutarse.
-¿Tyara, eres tu queridísima hermana? Soy yo Ardryen- Repetía una vez y otra entre sollozos el joven muchacho.
-Tranquilo muchacho.-Dijo con voz severa Maraxus, es posible que esté en trance. Maraxus se acercó para observarla, sus ojos eran brillantes, más aun que los de Ardryen pero parecían no reaccionar.
-Apártate.- Dijo Maraxus en tono autoritario.
Ardryen hizo caso a su maestro, el cual convocó un extraño ritual, de repente un espíritu salió de detrás del trono y embistió a Maraxus a la orden de “Deja a la esposa de Kisum’Dar”.
Maraxus cayó hacia atrás conmocionado sus ojos pasaron a un color blanquecino. Aun así parecía que el hechizo había funcionado, porque Tyara dejó su posición rígida y su mirada vacía para desplomarse contra el suelo a los pies del trono. Ardryen no sabía a quién socorrer primero, su cabeza daba vueltas, finalmente decidió por cercanía acercarse a su hermana, al acercarse esta le abrazo.
-¿Ardryen estás aquí? Lo sabía.
Ardryen sintió que el vacío que llenaba su corazón desde hacía años se llenaba de nuevo, cogió en brazos a Tyara y se acerco corriendo a por Maraxus. Pero a medida que se acercaba iba aminorando la marcha.
-Es tarde para él, ha sacrificado su vida por la mía querido hermano.
De nuevo ese sentimiento de vacío inundo su alma, Ardryen no volvió a ser el mismo, fue la propia Tyara quien tuvo que llamar la atención a su hermano.
-Por favor hermano, llévanos a casa, ya habrá tiempo de luto.- le susurro Tyara a Ardryen.
Mientras este cogia a su maestro y se concentraba algo parecía sujetar el pie del muchacho, era la momia, que parecía no tener fuerza ante el ímpetu del joven Yradri.
Ardryen dirigió una mirada fría y aterradora como la misma muerte hacia aquel cuerpo débil y decrepito que intentaba sujetarlo en vano y le dijo:
-La próxima vez que me veas será lo último que hagas.-
Ambos muchachos desaparecieron de la escena casi sin inmutarse de que la momia de Kisum’Dar les había soltado, al cerrar los ojos por fin traspasó esa eternidad invisible que durante años había intentado cruzar en dirección opuesta.
Al volver a abrirlos se encontró en la misma plaza de la que habían salido sólo hacía algunas horas empapado y con su hermana de la mano y con el cuerpo de su viejo maestro en brazos, para la gente de allí apenas habían pasado unos minutos, al ver a Ardryen y Tyara la gente empezó a aplaudir y a abrazarlos, todos querían tocar al gran héroe Yradri, pero el muchacho no estaba para celebraciones, su maestro había muerto, nadie recayó en que Tarabis Maraxus yacía en el suelo, solo Tyara y Yrinna.
Ardryen se giró de cara a la gente:
-Yo no soy un héroe.- dijo

-En todo caso llamad héroe a Maraxus, él es quien se sacrificó por nosotros.-Esas palabras bastaron, Ardryen decidió poner a su hermana en un lugar más tranquilo, mientras la muchedumbre cambiaba la algarabía de sus corazones por tristeza y lloraban la muerte del erudito Tarabis Maraxus Rosse.

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